Gabriel y sus huéspedes


Ya llevaba un rato sentado.
Le gustaba respirar esa paz de las mañanas de domingo. Además de que el sol lo hacía todo más apacible, esa mañana había una suave brisa en la que se podía respirar la sal traída desde el mar. Sólo en aquel paseo, se encontraba con las manos apoyadas en su bastón, sentado en su banco preferido; “éste es el primer banco que ve el sol” comentaba siempre tras los primeros minutos hablando con cualquier “húesped”.
Como si de algo fortuito se tratase se sentaba en un lado del banco, pero él lo que hacía así era invitar a sentarse a cualquier transeúnte que pase por ahí. Con las que más hablaba eran las madres que dejaban a los niños jugar en los jardines de enfrente con una libertad vigilada.
Él ya le tenía echado el ojo a ese banco hace años, pero antes sólo lo frecuentaba de vez en cuando, siempre que el trabajo le dejase.
Ahora y desde hace 17 años, sus mañanas son eternas.
Aquella mañana el que aceptó esa “invitación” fue un joven de unos 27 años. Lo cierto es que a Gabriel le impactó el olor de aquel chico, una mezcla de alcohol y tabaco sumado a un cierto toque de “garito sin ventilación”. Le dio una oportunidad porque el chico parecía sereno, y se la dio con un “qué agusto se está al solecito con esta brisa” soltando la frase al viento. El chico lo capta y responde con una leve sonrisa“sí señor”, “la verdad es que se está agusto en este banco”. Gabriel no lo pudo evitar y contesta su frase “éste es el primer banco que ve el sol”. El chico que tenía la cara expuesta al sol con los ojos cerrados, gira la cabeza y le mira con una bondadosa sonrisa, Gabriel le mira de reojo y se medio ríe, pareciendo más una floja tos que una risa.
“Yo vengo del centro y la verdad es que después de andar casi treinta minutos, se agradece ésto: sol, vientecito...y silencio”.
El viejo vuelve a enseñar su perezosa risa. - ...silencio..., a veces me traigo una radio, pero se me caen los auriculares del oído... no piensan en los viejos; nosotros tenemos las orejas grandes y agradecemos la compañía que da la radio. ¡Pero hacen muy pequeños esos cosos!. Y eso ellos no lo saben.- Replica serenamente, haciendo un gesto de desprecio con la mano.
Es cierto lo de las orejas entonces. Dicen que junto a la nariz, es lo único del cuerpo humano que no para de crecer con la edad.
Gabriel, se queda pensativo, analizando lo que acaba de decir ese invitado.
-Pues menos mal.-
Esa respuesta provocó unas pequeñas risas, y las risas provocaron unos minutos de silencio.
El chico giró su muñeca que estaba apoyada en el respaldo del banco.- me parece que le voy a dejar el silencio a usted solo señor. Son las 8:30 de la mañana y todavía no me he acostado.- Confiesa mientras se levanta apoyándose en las rodillas.
¡Muy bien hijo!. Qué descanses.- Responde cortésmente.
Ya llevaba unos pasos dados cuando se despide definitivamente volviendo la vista y levantando la mano.- Igual nos vemos aquí la semana que viene.-
- Aquí estaré...aquí estaré.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Oh,es precioso,al igual que todas las demas entradas.Creo que casi todo lo que escribes tiene doble significado,haciendo asi que los lectores meditemos :)

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