Tratado I: Introducción


Ella era especial. Una de las peculiaridades de Lola, era que no le gustaba leer libros, lo que le encantaba era empezarlos.
Su profesión se convertía en un arma bastante potente para llevar a cabo su maléfico plan de leer el principio de todos los libros sobre la faz de la Tierra: ella era bibliotecaria de la Biblioteca Pública de Puerta de Toledo, en Madrid, una biblioteca de barrio.
Tenía 29 años, el pelo corto como un chico y era morbosamente guapa: ojos verdes y grandes a la vez que rasgados, labios gruesos con un tono natural muy "acarminado", la piel más suave y bonita que existía bajo la polución madrileña, y además de todo esto, vestía con mucho estilo. Pero lo mejor de ella, eran sus tobillos, tenía los tobillos más bonitos del planeta.
Había diseñado una estrategia en cuánto a su maléfico plan para no hacerlo "tan fácil". Esto consistía en leer como mínimo las 3 primeras hojas de los libros que eran devueltos. Esto significaba que era bastante probable que nunca llegase a leer una novela de su estilo favorito, las de indios y vaqueros, y sí más libros de anatomía gatuna, guías de viaje o de la historia colombina. Todos sabemos que tres hojas no le daba para desarrollar el argumento, pero justamente eso era lo que le gustaba, imaginarse como seguiría la historia y su final. Para su desgracia, Lola contaba con una extraordinaria imaginación, que dicho sea de paso, utilizaba para diseñarse sus propias prendas y complementos; y digo para su desgracia, porque eso provocaba que sus desarrollos y finales de historias fuesen mucho mejores que los de los propios autores.
De ahí que sólo les guste empezarlos.

Comentarios

Curra P ha dicho que…
Ay, no puedo evitar sentirme identificada con tu Lola...

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