Javier en El País de Las Maravillas
A veces me siento como Alicia en El País en El País de Las Maravillas. Esto es así porque hay ocasiones en las que me siento un auténtico extranjero en mi planeta. No dejo de flipar con lo que hace la gente por un puñado de monedas, de como otra gente no tiene otra cosa mejor que hacer que ver en la tele, revistas o internet lo q le pasa a otras personas iguales que ellas pero que son famosas, que por cierto muchos de estos famosos lo son simplemente porque se dejan "la puerta" de su intimidad abierta, a cambio de unos minutos en antena.
Lo que sería La Reina de Corazones, no son más que unos jefes de estado reunidos en Copenhague vendiéndonos la moto de que están arreglando el mundo, cuando muchos de ellos a lo que han ido ha sido a negociar de cualquier manera un puñado de gases emisiones más al año...
El Conejo Blanco son aquellos infelices, a los que más de uno le han entrado ganas de darle dos bofetadas y gritarle que no deje de vivir la vida porque "el trabajo es lo primero".
En cuanto al Gato Risón, es como diría un muy amigo mío la "ratilla de campo" o el "gitanillo del asfalto", aquel al que le va bien porque sabe montárselo por sus propios medios, y que cuando va al supermercado mira de reojo el carro del de al lado para poder regodearse para sus adentros de que los yogures que tiene el otro son de marca blanca y no como sus cuajadas o natillas. Se creen los guías de muchos hombres o mujeres, se piensan mejores que otros. La verdadera risa es para el Neo de turno que supo desenchufarse de las máquinas incubadoras.
Los personajes de El Sombrerero Loco y La Liebre, son los triunfadores, los que en un principio todo el mundo acusa de loco, y luego son ellos los que tienen el poder del dedo acusador.
Los buitres paraguas (con mirada descofiada pero luego llorones) somos nosotros mismos, unos tipos duros y egoístas pero al fin y al cabo unos sentimentales de cuidado.
Los gemelos lunáticos, son los deseosos de demostrar al mundo todo lo que saben. Lo curioso es que nunca tienen a nadie al lado para recitarles sus historietas; se ven obligados a conformarse con el primero que pasa por su lado.
Puede que la impresión que de al lector sea de que yo soy el amargado, que aunque en ocasiones lo esté, no es el caso. Me siento como he dicho antes, el extranjero de este mundo loco.
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Saludos